martes, 20 de octubre de 2009

Lo nefasto de querer ser famoso a cualquier precio


O lo que es lo mismo, si vas a hacer tranzas, no metas a tus hijos.

En efecto. Esto sucedió hace uno días, allá en el estado norteamericano de Colorado y vaya que tuvo a la Unión Americana en el chisme, tanto por radio, como por televisión y ni se diga del Internet.

El “chavito” (y no del ocho, pero sí colorado. ¡Ay misho chapulín del ídem color!, que por cierto, no podrá salvarlo) que supuestamente se había encaramado a un globo aerostático que estaba atado a su casa, y que se había soltado con niño encima y toda la cosa (¡ay mojo Fineas Fog y su inseparable Passpartout!) y por horas lo rastrearon y nadie sabía qué hacer, sobre todo cuando el globito perdió helio y bajó, como todo lo que sube, menos los precios de la canasta básica y la gasolina, y escuincle sin parecer por ningún lado.

La de caos que se generó por todos lados. Madres llorando, padres, policías, bomberos, reporteros, pilotos, perros y demás, busque que te busque (o como dice el yucateco “lo busco, lo busco, pero no lo busco” al decir que eso hace, pero no encuentran) y el chamaco, nada de nada.

Total, que para no hacer el cuento más largo, el mocosín estaba escondido en el ático de su casa, sano y salvo y todos contentos y felices… ¡Ah! Pero no todo es color de rosa en los cuentos de la vida real.

Resulta que el padre, un aficionado a perseguir tormentas, y que trabajó en uno de esos programas de “vida real”, y que se quedó sin esa chamba al terminar la temporada, quería a toda costa, ser famoso, al menos a través de un programa de revisión, y cuando uno se obsesiona, pues se obsesiona, y al changuito no le importó arriesgar familia y reputación y al parecer tuvo la brillante idea de decir que su retoño andaba flotando, no en drogas, ni entre algodones, pero sí sobre las nubes en el famoso y rementado globín.

Claro que no se puede esperar mucho de alguien que le da por nombre a su hijo menor Falcon, (¡ay mojo carro!) que en buen castizo significa halcón, y no peregrino, y no piensa en darle alas para volar. Así que el flamante padre, que quería ser famoso con uno de eso programas, y que ahora, vivirá el suyo, más que real, con juicio, demanda y todo el peso de la Ley gringa… y a lo mejor, del sistema carcelario y, porqué no, desde ahí hacer su programita.

Ahora, la pregunta es, ¿está dispuesto a pagar el precio de la fama?
"Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)
Escritor español"

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