La paternidad responsable

O lo que es lo mismo, es “padre” ser padre.

Pues hoy en varios países alrededor del planeta se celebra el día del padre, así que vaya desde este espacio una felicitación para todos aquellos que lo son.

Pero qué es ser padre. Por supuesto que cada uno de los que lo es tiene una respuesta diferente, y habrá también puntos de coincidencia y de discrepancia, que cada uno habla según como le va en la fiesta, dice el dicho.

Claro que toda generalización es mala, pero espero que sus mercedes me entiendan. Pero de entrada, no es sólo el papel de proveedor (¡ay mojo marchante!). Sólo dar y trabajar y trabajar y dar. Desde ese punto de vista, supongo que todos los padres de la antigüedad y millones del presente, al ver que los hijos se van y que no supieron ni cuándo ni cómo, se han de dar de topes contra la pared y tal vez, por eso, son tan suaves y complacientes con los nietos, porque ven la segunda oportunidad, que en este caso la vida también da, de ver crecer y jugar con sus retoños. Así que la paternidad responsable, no es sólo le hecho de que “contribuí a engendrarlos y ahora voy a proveer lo que necesita”. Desafortunadamente, muchos piensan que es únicamente lo material, como juguetes, video juegos, ropa y comida lo que se debe de dar. Lo más importante es el tiempo y la calidad del mismo que se pasé con los retoños, ya perdonaran la alegoría, pero es como con las plantas, si no se les cuida todos los días, pues crecen torcidas, y el refrán bien lo dice “árbol que crece torcido, jamás su rama endereza”.

Por lo tanto, papases, papitos o papacitos (no se me pongan tiernos que no es un piropo sino una obligación) o como sus mercedes se sienta más cómodos, dediquen horas al día a sus hijos, denles calidad y cantidad, no usen como excusa el trabajo y lo cansados que están, jueguen con ellos, vivan sus sueños, escúchenlos, estén ahí en las buenas, no sólo en las malas, lean juntos, escriban juntos, ayúdenles a crecer, a que se superen, porque después, y la vida no lo permita, cuando las malas compañías los atrapan, los lamentos no sirven de nada, el preguntarse porqué tampoco y el decir “ojalá hubiese estado ahí antes” cumple aquello de que el “hubiera” no existe y no hay nada que podamos hacer para cambiarlo entonces… ahora sí.


Es este momento el momento perfecto, no importa la edad, ni el sexo, y si son ya mayores la religión de los críos, son nuestros hijos y ¿no siempre decimos que queremos lo mejor para ellos? Pues lo mejor para ellos, es el convivir con ellos, no dejar que la educación que reciban sea la de la televisión, los video juegos o la calle… seamos hombres cabales, seamos varones y eduquemos a los hijos como tales.


"Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)
Escritor español"