
El caso de los torturadores y los torturados, con especial énfasis en los detenidos por parte de los norteamericanos, esta que se pone a niveles de telenovela de telerrisa o tvnacateca, que ya los gringos se les adelantaron con la serie llamada simplemente “24”, y están tratando de influenciar la opinión del gringo medio, bajo y, manejados por los altos, para que al tal W. y colegas no les presenten cargos o los enjuicien, a pesar de que un juez español sigue pensando si les presenta los cargos pertinentes (ver edición “Una dosis de su misma medicina” de el-meneadito).
Como están las cosas, el flamante inquilino de la Casa Blanca, ha manifestado que no se procesará (¡ay mojo embutidos!) a los que han realizado la tortura, a los verdugos pues como se les llamaba en las edades medias, pero sí a quienes les ordenaron que las cometieran. Así las cosas, tal vez al tal W. se le vea sentadito en un banquillo de acusado, junto a sus nefastos servidores, como la Condoleezza (condolencias le dieran a quien le corresponda), que autorizó les dieran a los presos su “submarino” (y no de Marinela precisamente), técnica que consiste en simular que a uno lo ahogan (que por cierto, los perjudiciales mexicanos y todo soldado latino, europeo, asiático y australiano que se precie de serlo lo ejecuta a las mil maravillas, que de los gringos ni hablar del peluquín) y al Cheney (que con la guerra en el medio oriente se ha enriquecido de lo lindo, a según los entendidos).

Por lo pronto, en el gringo, como decíamos líneas arriba, la serie “24” trata de justificar la tortura para obtener información de los “terroristas” y proteger el suelo gringo. En varios cuentos mexicanos de la década de los años 70, la tortura es tema central y qué decir de lo que se vive (y vivió) en cualquier país latinoamericano o africano al respecto.
Para quienes han leído la serie de Pérez-Reverte, “El Capitán Alatriste”, la función de la cuerda (y no de guitarra precisamente) entre la germanía o carda era un diario vivir, e incluso era cosa de hombría negar todo en el tormento, porque como dice uno de los personajes, las mismas letras tiene un “no” que un “sí”. Y ya que estamos en eso de los españoles, pues Cortés, no cantaba mal las “rancheras” en esto de la tortura, y si no que le pregunten a Cuauhtémoc, que le tatemaron los pies y no sólo negó, sino que se aventó aquello de “¿acaso crees que estoy en un lecho de rosas?” (primera imagen de esta entrada).
Claro que a todos ellos, desde la mal llamada Santa Inquisición, que dicho se de paso, el actual Papa fue su máximo representante en la era moderna y con otro nombre, pero la mona aunque se vista de seda… y no digo más porque todos conocen el refrán, al mentado (se la mentaran a él más seguido) Cortés, ni quien los juzgue, y el juicio de la historia, aunque bueno, es poco práctico. Así que esperemos a ver qué sucede con quienes aún fomentan esta práctica, con el mismo viejo argumento de es “por seguridad del Estado”. La validez de la práctica siempre estará en tela de juicio.
Lo que es un hecho es que no puedes criticarla cuando te la aplican, y defenderla cuando la ejecutas.
O todos coludos, o todos rabones pues.
"Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)
Escritor español"
1 comentario:
Si Condolezza lo aprueba...¡yo tambor!
Esos gueyes te harían lo mismo.
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