martes, 4 de noviembre de 2008

Y ahora ¿qué?

Pues sí. Ganó Barak Obama. Tal vez era lo esperado, pero eso no le quita el sabor histórico que representa en la Unión Americana. La cosa es y ahora ¿qué?
Mirando el mapa político del país, resulta alarmante el corredor "rojo" o sea republicano que parte al país por la mitad y todo lo que llaman el sur, que es también el sureste.
Eso implica que a pesar del siglo y cuarenta y tantos años del fin de la Guerra Civil como se le conoce en las páginas de los libros de historia norteamericana, el Sur sigue siendo en extremos conservador. ¿Qué sucederá en esos estados? Esa respuesta sólo al tiempo, pero por lo pronto, esperemos que el resurgimiento de KKK no sea algo para temer a lo largo y ancho de esos estados. La sorpresa ha sido el voto del cubano americano en la Florida, que de tradicional republicano, por lo general la "vieja guardia" que huyó del régimen castrista, a la "nueva ola" que se ha adaptado a los tiempos modernos, se tornara en favor de los demócratas.
El "sí se puede" de César Chávez, adaptado al "Yes we Can" de la campaña del ahora flamante y "colorido" presidente toma vigor.
De todos modos, el gran ausente en el debate nacional y electoral fue la tan esperada (por al menos 14 millones de seres humanos), reforma migratoria y un par de leyes o conceptos que beneficiaria en especial a la juventud latina que llegó a este país, no por su propia voluntad, sino por la voluntad de sus padres que los trajeron sin pedirles su opinión y que en su gran mayoría, no conocen más país que éste y que consideran ya como el suyo.
Así que a esperar al año entrante en que Obama tome posesión de la Casa Blanca y darle tiempo al tiempo, que de la noche a la mañana no se hacen las cosas, o como dice el dicho, "Roma no se hizo en un día".
Por cierto, si alguien supo perder con "elegancia" fue John McCain. Su discurso de reconocimiento a la derrota sufrida dice mucho de él. Lástima que los republicanos que estaban rodeándole en Arizona, no estaban, ni estarán a la altura de las circunstancias. Bien por él, pésimo por sus partidarios.
"Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)
Escritor español"

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