viernes, 8 de octubre de 2010

¿Acaso decir lo siento arregla algo?

O lo que es lo mismo, a los gringos les encanta la palabreja, pero no arregla nada.

En efecto. Recientemente la Hilaria Clinton le pidió disculpas al pueblo guatemalteco por los experimentos que los gringos realizaron en ese país allá en las postrimerías de los años cuarenta.

¿Y qué tiene eso de sorprendente?, tal vez se pregunte la lectora o lector, si es que hay quien lea estás líneas por supuesto. Y mucho.

El mentado experimento era sobre la penicilina, que tenía poco más de medio siglo de haber sido “inventada”.

¿Y?, sigue preguntándose el o la hipotética lectora. Pues resulta que el susodicho experimento era para comprobar la eficacia de un tratamiento médico. ¿La enfermedad? La sífilis. Sí, la sífilis.

Para ello, los “investigadores” y “científicos” gringos contaminaron a prostitutas (trabajadoras sexuales las llaman ellos, les dejo la maldecida sutileza del asunto), para que las chicas, a su vez, contagiaran a los presos (total, como cantaría el español Juan Manuel, es en las prisiones donde encierra sus vicios la sociedad) y a los enfermos mentales de la enfermedad.

Sesenta y tantos años después, alguien escribiría sobre el asunto. Le avisaría a las esferas de poder, para tratar de reducir el impacto de la publicación, y los gringos, ni tardos ni perezosos, le pidieron disculpas a los guatemaltecos, y para remover más la herida, prometieron investigar a fondo los hechos y aplicar todo el peso de la ley a los responsables, que a estas alturas del partido, deben de estar, por lo menos, seis metros bajo tierra.

Y después nadie me cree, o piensa que estoy loco, por no poder probarlo, de que los gringos, en su maldito afán de ser los policías del mundo y los más poderosos, enfrascados en su guerra bacteriológica, dejaron que el SIDA y el N1H1 se escapara de sus laboratorios y causaron lo que hoy es y serán, dos de las epidemias mortales del nuevo siglo.

Si no, al tiempo.

Y hablando de tiempo, continuemos la tradición de don Germán, y preguntemos a los políticos mexicanos, una vez más, creo que es la MDCC CLXXXIII, ¿han dormido bien?

"Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) Escritor español"

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