viernes, 1 de julio de 2011

¡A por él! Y a cómo de lugar

O lo que es lo mismo a Muammar al-Muhammad Gaddafi se le están acabando las salidas.

En efecto. Al dictador libio se le están cerrando todas las puertas y parece que está dando sus “patadas de ahogado” lo cuál lo hacen más peligroso aún.

Ahora, la Corte Penal Internacional ha decretado su captura por crímenes de lesa humanidad, junto a uno de sus hijos y su cuñado, que es el jefe de inteligencia militar, al reprimir violentamente las manifestaciones en su contra del pueblo libio, o al menos de gran parte del mismo.

Por supuesto, Gaddafi no se va a entrar así como así y ha amenazado a Europa con una serie de ataques si no lo dejan en paz. Y de eso sabe un rato, que ni duda cabe.

Aquí lo que es para destacar no es la culpabilidad del dictador libio, sino la tristeza de los revolucionarios que se hacen con el poder dónde y en la época que sea. Se eternizan, no crecen con los tiempos y el resultado es el mismo… ese pueblo que les apoyó y adoró en su momento, es quien los despoja de todo y ellos, no se dan cuenta nunca a tiempo de que es hora de abandonar ese poder que los ha echado a perder (¡ay mojo fruta pasada!) y que en el ocaso de sus mandatos se tornan más extremistas de lo que lo fueron en su juventud.

Tal vez deberíamos de recordar más seguido aquel refrán que dice que “no es posible que ni el mal ni el bien sean para siempre” y como decía la canción “amar a tiempo y retirarse a tiempo”.

Desafortunadamente, a los dictadores ya no les entra el refrán, más que con sangre, y normalmente, es la sangre de los pueblos la que paga su salida, y nadie sabrá qué será lo que les depara el nuevo régimen.

"Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) Escritor español"

1 comentario:

Duke dijo...

La foto de Gaddafi que publicas en tú artículo,
representa: Al dictador nato, ostentoso y ridículo.