O lo que es
lo mismo, como Obama, vamos por cuatro años más.
En efecto.
Hace cuatro años, apenas, comenzamos a menear el shish. Mucho ha pasado desde
entonces y lo que falta por venir.
Pero vayamos
a lo que hace al caso. La historia se repite. El candidato demócrata ha sido
relecto para ser el que se siente tras el escritorio en la Oficina Oval por
cuatro años más.
Elección la
mar de dividida. El mapa de Estados Unidos pintado la mitad de azul, la otra de rojo, ha resultado ser tan
apretada en un principio como hace cuatro años, pero que en el transcurrir de
las horas, el voto ciudadano y después el voto electoral, que es el que define
la carrera presidencial, se inclinó del lado azul de la balanza.

Paradoja de
la vida. Hagamos a Peña Nieto candidato republicano y a Romeny candidato priísta.
Para Pena
(así con toda intención) Nieto, con todo y Salinas, sin importar el candidato opositor o los
millones que invirtieran en la campaña, saldría perdedor en forma vergonzosa
con sus declaraciones y errores de propaganda, su imagen en rollos de papel
higiénico, propaganda igual a la que usó el expresidente Díaz Ordaz de nefasta memoria,
durante su candidatura, harían que incluso los
republicanos conservadores le rechazaran.
Romeny,
como bien lo dijo, “si fuera mexicano ganaría esta elección sin problemas”. Sí, hubiera ganado y con menos de la mitad
del dinero que invirtió para ganar las preliminares, no hablemos de las
cantidades para la presidencia. Las argucias y métodos republicanos son tan priístas
que a pesar de la popularidad de AMLO, el voto popular hubiera sido mayor al
38% que eligió a Pena (así de propósito).
Pero Chana
no es Juana ni Juana es Chana.


In tlanextia, in tonatiúh (Que tu sol sea siempre brillante) "Una sola piedra puede desmoronar un edificio. Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) Escritor español"
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